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El Club Diletante

Taller de lectura creativa

Quizás fue el azar, que hace cosas sorprendentes. O puede que haya obrado la urgente necesidad de los espíritus inquietos. El caso es que, en un bar de Barcelona, dos camareros se vieron implicados un buen día en la realización de una genuina amistad. Ayudaron sus circunstancias personales, sus horas continuas en el esfuerzo común, su pasión por la excelencia, su júbilo vital, pero, sobre todo, una pulsión muy sostenida en ambos: la literatura.

Cada asociación involuntaria, cada confidencia estética, cada complicidad creativa, se volvió una tabla de salvación para las inclemencias del mundo. Así fue como, de la espontaneidad inicial, dieron paso a la determinación creativa. El Club Diletante es hijo de ese esfuerzo.

Un espacio creado con la intención de suplir las carencias que todo ejercicio de la literatura padece. Un sitio para conversar sobre lo que más nos gusta. Para inducirnos a leer. Para estimular la práctica de la escritura. En fin, para pasarla todo lo bien que podamos. Y para lo cual estáis todos invitados.

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—Enrique Carro… ¿Alayza?

—Correcto.

—Aquí dice que usted nació en Lima el 18 de diciembre de 1985 – afirmó con un dejo interrogativo el funcionario.

—No tendría las pruebas suficientes para contradecir esos datos, señor.

—En otra parte pone que estudió Letras y Filosofía en la Universidad Nacional de San Marcos, que es escritor y que tiene una novela publicada…

— “¿Dónde está…?”

—Aquí, mire, lo pone aquí —ripostó enseguida el funcionario mientras le enseñaba los folios al interpelado.

—No, no —respondió Enrique—. Creo que no me ha entendido bien. Quería decir que el nombre de la novela es ese: “¿Dónde estás?”

—Ah, entiendo... Por último, nos consta que actualmente reside en Barcelona. ¿Es así?

—Veo que está usted muy bien informado.

—Dígame, entonces… ¿cuál es la razón de ser de todo esto?

—Umm… ¿entusiasmo? ¿O prefiere pasión… necesidad, interés… dinero…?

—Vale, vale. No se moleste más. Puede pasar. ¡Adelante! -Y validó el documento con un sello.

enriquecarro.com

@enriquecarro

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Como dice Piglia toda historia son dos historias, a veces hay que esperar un poco, pero con paciencia un día se abre la simiente de la que está oculta.

A Mauricio lo conocí dos veces.

La primera vez fue en septiembre del 2017. Yo empezaba como camarero en un bar y él fue uno de los que me ayudó a ubicarme un poco. Hacía frío porque había llovido y él se frotaba las manos. Era cubano, llevaba gafas y zapatos negros, y me pareció un camarero de los clásicos.

Luego desapareció.

Cuando lo volví a conocer, en el invierno del 2018, Mauricio había estudiado filología hispánica hacía muchos años, había sido poeta y amaba la literatura. Volvía a trabajar conmigo, pero ya no era un camarero de los clásicos, era más bien un escritor vestido de camarero.

Desde entonces, disfrutaba escuchando sus historias sobre los años en Cuba, sus penurias y aventuras surrealistas, siempre teñidas de un color nostálgico con una que otra veta de amargura; podía oír el barullo de los recitales, ver al joven poeta llegar a España, cuajarse de sueños rotos, siempre con la mirada luminosa del escritor que está abonando su propia historia, una luz que no es blanca ni amarilla pero que ayuda.

Así he descubierto al Mauricio lector, al escritor, al hombre de este mundo, borgiano, un poco lord, y al de otro mundo también, uno con un pañuelo a cuadros y un vaso de leche caliente en lugar de una caña, capaz de dormir una siesta sobre una bicicleta y convertir la compra de un móvil en un relato kafkiano.

A veces Borges se reencarna en él y viene a hablarnos, es una muestra de la generosidad de Mauricio, entre muchas otras noblezas que este club busca poner de manifiesto.

 

@mcmcuba

Alejandro Otero - foto cortada.jpg

Alejandro Otero Paz es traductor, profesor de literatura y escritor. En sus ratos libres suele pasarse a conversar con nosotros sobre lo que más nos gusta. En el año 2022 publicó Danubio, su primera novela. Ostenta la honrosa condición de ser el primer afecto a El Club Diletante. Si quieren tirarle de la lengua, háblenle de ciencia ficción.

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